hay que sentarse a la sombra de un ciprés, amargo en mano, cómodamente rescotado en un sillón, y estar obligado a ver a lo lejos, sin nada que se interponga entre tus ojos y el paisaje; soportar que las higueras se carguen de frutos, que coman las hormigas, las aves, los terneros, el caballo, liben las avispas, y te olvides del tiempo, cosechando higos, comiéndolos, haciendo dulce y pasas; no puede ser, que se te consuma la tarde, amasando pan, calentando el horno de barro, cocinando en él; el vértigo de esta sociedad rural, no nos deja descansar, ser nosotros mismos, nos lleva a la locura, si no, vean a las ranas, caminando por las paredes.
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