año 2002, plena crísis económica en uruguay, club de trueque, alguién me pide trocar lo que hacía por un ajedrez, el sueño de su vida, imagino el juego en una plaza pública, reyes-jubilados, peones-palomas, caballos-perros, torres-arbolitos, alfiles-faroles, un monumento en medio de la plaza, dentro de él un cronómetro, bancos a los lados donde se sentarán las piezas que van abandonando la partida, mirando comodamente el avance de sus compañeros.
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